Más de 100 policías muertos y de Corral ni sus luces
-Comunicar coronavirus a regañadientes
-Otro prieto en el arroz de la Ley del Transporte
Si el magistrado Jorge Ramírez transitaba por en medio de un suplicio, ahora su destino se ha convertido en un calvario.
La detención el mediodía de ayer es inusitada y demuestra la inquina del poder del estado cuando se lo propone.
El magistrado tiene un amparo de la justicia federal, que acaba de otorgársele en revisión con una protección muy amplia y una suspensión que incluye el regreso a su cargo.
Es decir, no sólo tenía protección para evitar el arresto, sino que tenía que ser reintegrado de inmediato con emolumentos y todo, en la sala que lo aguardaba en el Tribunal Superior de Justicia, como ya había ocurrido hace un par de años.
Pero fue tal la molestia en Palacio por su triunfo jurídico, que la orden fue darle domingazo sin piedad alguna. El papelón era de antología. No pudo soportarlo Corral. De ahí la orden.
No sólo Jorge Ramírez, sino igual su esposa fue arrestada. Sobre ella pesan también acusaciones sorprendentes de colaboración para un supuesto enriquecimiento ilícito, que hasta el momento sólo existe en el papel.
Es del conocimiento público que se trata de una acusación muy débil y que se sustenta en pruebas obtenidas ilegalmente.
Con estas dos premisas el juez de control conocerá de la detención y su legalidad, en la sombra del más completo abuso de poder.
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Son varios los oficiales estatales, municipales y de otras corporaciones fallecidos en los primeros tres meses del año.
Para este mes son más de 100 muertos en el cumplimiento de su deber desde el inicio de la actual administración.
Poco le importó esta vez a los mandos estatales estar presentes en las exequias realizadas en honor de la oficial fallecida en el cumplimiento de su deber a mitad de semana en Juárez.
Era una oficial modelo con un historial intachable. Fue muerta durante un ataque directo perpetrado por la delincuencia organizada a mitad de semana.
Ni César Peniche, el Fiscal General del Estado, ni el titular de la Comisión Estatal de Seguridad, Oscar Aparicio, ni por supuesto el nuevo secretario de seguridad, Emilio García Ruiz se dejaron ver en la emotiva despedida.
Sería mucho pensar en la asistencia del gobernador. Corral es un auténtico extraño en este tipo de homenajes, pese a su alta investidura, sólo se deja ver para entrega de apoyos o reconocimientos.
Fue el alcalde Armando Cabada el funcionario presente con el más alto cargo.
El asunto poco debería de extrañar. Los altos funcionarios de seguridad del nuevo amanecer han demostrado la carencia de tacto para estar pendientes de los oficiales caídos y sus familias.
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Es la comunicación, sin duda, el punto débil de la actual administración. Comunicadores van y vienen y no han podido encontrar el punto medio siquiera.
Para colmo, un gobernador que se cree epidemiólogo, pese a su desconocimiento evidente en los titubeos y subterfugios utilizados cada vez que sale a cuadro.
Ahora corrige y dirige en público a la responsable de prevención y control de enfermedades de la Secretaría de Salud, en su programa semanal de canal 28.
Se ostenta en los hechos -malamente- como el único vocero autorizado. Es el gobernador. Nadie le puede decir nada.
En esta ocasión lo hizo a la doctora Mirna Beltrán, puede hacerlo con cualquiera, incluido el Secretario de Salud. Será por ello que no coinciden en sus apariciones.
La doctora Beltrán parte del conocimiento generalizado de las etapas. Pero el gobernador la contradijo en público y le ordena explicarlo de nuevo.
“Yo creo que todos nos acostumbramos a los escenarios…”, indicó la doctora. La interrumpió Corral: “Yo creo que no…”, y comenzó a pontificar en el tema.
Pero además, han sido enviados a la palestra de la comunicación personal de alto puesto pero de bajo perfil para comunicar. Ahí está Leticia Ruiz, que es una especialista técnica, que nada tiene que estar haciendo frente a las cámaras. El resultado es desastroso.
Para acabar de arruinar estos defectuosos esfuerzos comunicativos, el app anunciado con bombo y platillo, es cierto, funciona a las mil maravillas, sólo que el audio es pésimo, y la información no se actualiza con la velocidad requerida.
Las ideas son buenas y necesarias, pero son operadas con gran incapacidad, en momentos en que es necesario hacer un mayor esfuerzo.
El pánico empieza a mostrarse con las compras innecesarias en almacenes que lucen semi-vacíos y las medidas anunciadas por la Secretaria del Trabajo son una burla, como se dice peyorativamente, únicamente tienen como fin “taparle el ojo al macho”. Ana Luisa Herrera hace como que la virgen le habla, con grave riesgo para personal y litigantes, a contrapelo de las medidas universalmente adoptadas.
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Tocamos varios puntos que han sido minimizados dentro de la reforma a la Ley de Transporte que entró en vigor el domingo, casualmente, en plena pandemia.
Pero no nos habíamos percatado de un prietito en el arroz que uno de nuestros lectores nos hizo ver, y es la reforma al Consejo Consultivo del Transporte.
Primero que nada, se envía la atención de todo lo relacionado con horarios, recorridos, condiciones mecánicas de las unidades, etcétera, a la dirección de desarrollo urbano.
Con ello, se envía del primer piso de palacio a una oficina perdida sobre avenida Universidad, que apenas tiene tres cajones de estacionamiento y se mantiene tomada por asuntos de terrenos, un tema tan delicado y sensible.
En ese pequeño despacho fue encomendada la atención de cientos de unidades del transporte, colectivo y de taxi, así como las plataformas digitales como Uber o Didi.
Si no podía resolver un problema un secretario cuyo despacho se encuentra a unos metros del gobernador, menos lo hará a dos kilómetros de distancia del despacho principal.
Entre más lejos mejor.
El otro detalle. La representación estudiantil y de padres de familia fue borrada del consejo consultivo. Así como se escucha. Se convertirá el consejo consultivo en una simulación sin los principales interesados en el tema, los usuarios.
Es muy cómodo, porque precisamente fueron los estudiantes y los padres de familia, quienes se opusieron los últimos años al aumento caprichoso de tarifas,
De manera paradójica, constituían un estate quieto a las ansias económicas de los transportistas, que en las mesas de discusión torcían el brazo del gobierno.
Se pierde un equilibrio formal e importante de fuerzas de negociación, o más bien dicho, les quitan un asiento pero les entregan la calle para hacer llegar sus demandas.